9. LAS RAPACES FORESTALES
9. LAS RAPACES FORESTALES.
Hoy en día es habitual observar rapaces en casi cualquier sitio: milanos volando al borde la carretera, cernícalos y ratoneros posados en una cerca o en un poste junto a un camino, o incluso planeando y cazando en nuestras ciudades. No se esconden, ya no les persiguen.
Los esfuerzos que iniciaron algunos visionarios han conseguido que la percepción social de este grupo de aves haya cambiado completamente.
Nuestra zona de campeo, por su variedad ambiental, constituye el hábitat propicio para varias especies de aves rapaces. Las rapaces forestales son aquellas que emplean el bosque, en este caso de ribera, como lugar de reproducción. Aunque instalan sus nidos en las horquillas de los altos álamos, requieren también la presencia de paisajes abiertos como campos de cultivo y pastizales para cazar.
Así, podemos observar durante todo el año milano real y busardo ratonero, y a los migrantes milano negro y águila calzada en temporada estival. Además, está presente el ubicuo cernícalo vulgar que, menos dependiente del medio forestal, se ha adaptado a la presencia humana y vive asociado a edificios viejos o tierras de labor.
Algunas están dotadas de unas cualidades excepcionales para la caza, y se alimenta de pequeños mamíferos como conejos, ratas, ratones y topillos, aves pequeñas y medianas, reptiles y grandes insectos. Otras, más oportunistas y adaptables, complementan su dieta con carroña y basuras.
Hoy en día somos conscientes, más que nunca, de la importante labor que desarrollan las aves rapaces en nuestro entorno, y que podemos resumir en:
Regulan y controlan poblaciones. Como depredadoras que son, están situadas en la cúspide de la cadena alimenticia. Se encargan de mantener estables las poblaciones de otros animales, que sin depredadores podrían convertirse en plagas.
Mantienen sanas las poblaciones de las especies-presa. La selección natural actúa favoreciendo a los individuos más sanos y fuertes, haciendo que los depredadores eliminen a los individuos mermados, más débiles o enfermos.
Son indicadores de la salud de un hábitat. La presencia de aves rapaces en nuestro entorno es un buen bioindicador de la calidad medioambiental del territorio, y del equilibrio en la distribución de las poblaciones de animales.
Protegen ante posibles enfermedades. Las aves carroñeras evitan que se propaguen determinados tipos de enfermedades, de las que un cadáver puede ser portador.